martes, 15 de diciembre de 2009

EDITORIAL | EL JUEGO DEL DESCONFIO

Por Carlos Galli (Director Revista El Vecino)

El 2009 comienza a transitar sus últimos días, en el medio de improperios, amenazas cruzadas, exabruptos de todo tiempo y una confusa –adrede- carga informativa que genera más confusión que, elementos que permitan abordar la realidad de manera más sensata. Esto no significa que esa mirada de la realidad deba ser coincidente, está sujeta a disímiles subjetividades, a diversas ideas provenientes de la disímil escalera social y las voces que de allí emanan. Por ende a intereses encontrados y fricciones lógicas. Sin embargo, cuando se presentan los sucesos, es visible la parcialidad de su elección.
El tratamiento de los temas fundamentales que nos aquejan suelen mostrar para la ocasión un sinnúmero de imágenes desprovistas de contenido. Como si fuesen producto del azar, lejos de intentar explicar o explicarse si los episodios a los que asistimos cotidianamente, contienen en su expresión causas que lo hayan propiciado.
El acontecimiento tratado de esta forma sería una invitación a la discusión madura y se generarían los debates pertinentes para luego elaborar proyectos y articular políticas que tiendan a darle un sesgo diferente a esta vasta geografía impregnada de injusticia. No se trata de estar a favor o en contra del gobierno.
El asunto es más delicado y si no se comienza a revertir el tema endémico de la pobreza, la marginación y la miseria de los millones de excluidos sociales la convivencia entre paisanos será una utopía.
Los medios mostrarán la imagen triste de los inundados en el Norte, o la terrible sequía cordobesa, -verosímiles por cierto- pero nada hablaran de la tala indiscriminada de bosques, la desertificación de los suelos, el monocultivo sojero, el agotamiento de los suelos y de sus responsables. Tampoco de la lucha de las distinta poblaciones para impedirlo y de sus posturas por alcanzar una mejor calidad de vida.
En este sentido, aprobada la nueva Ley de Comunicación Audiovisual, es un desafío para la sociedad toda, colaborar a su concreción en los hechos, que significaría nada más y nada menos, que el ingreso de múltiples voces y miradas, enriqueciendo la construcción del discurso , que hoy se concentra en pocas manos, y no tan limpias. Todos tienen derecho a emitir su opinión, algo que no sucede en la actualidad, hay voces e intereses que se privilegian. Si el tratamiento de la inseguridad- que no se resuelve negándola ni exagerándola- la encabeza la farándula como intérpretes de la porción del pensamiento ¿nacional?, si el tema se resuelve con pena de muerte, balas y represión, es peligroso y a la vez repudiable. Parece paradójico pero no lo es, que quienes arengaban contra la intervención estatal y su no injerencia para concretar negocios inescrupulosos, ahora le reclaman cuidado y protección, pero nada de 125 u otra medida que afecte su bolsillo. Es la demanda a una protección exclusiva, la desprotección del resto no conmueve. Es inusual escuchar-salvo las excepciones conocidas-, que tamaña desigualdad social e inseguridad no están desconectados. No se puede obviar esta escenografía cuando se emiten al boleo consignas atemorizantes o apocalípticas, porque son paralizantes para muchas personas, infunden desesperanza, y crean un clima de intolerancia del que luego devienen consecuencias impredecibles. Esto no significa que cada cual pueda mostrar su sincero disconformismo o viceversa, sino la intencionalidad y sus efectos, cuando la mercancía que se “vende” , huele a podrido, provenga de donde provenga.
Buena parte de la dirigencia política ha sido responsable de este presente, acordando o rompiendo con los medios según la ocasión, a espaldas de los intereses de la población. Cría cuervos reza el refrán.
Esta concentración, fue permitida y consentida en las últimas décadas a expensa también de la declinación de nuestros representantes, ávidos de mostrarse en cámaras, y micrófonos, siempre distanciados de las necesidades de la gente, salvo honrosas excepciones.
La sociedad toda debe comprometerse a desbaratar estos intentos , que siguen alejando a la dirigencia de ella.
El pueblo reclama soluciones a conflictos serios que no ocupan la agenda mediática o solo se los trata de soslayo.
Los sectores identificados como progresistas y en los cuales recaen las mayores expectativas de ser capaces de obrar como elementos transformadores de esta realidad, les cabe la responsabilidad de abandonar el juego del desconfio y acordar políticas en esa dirección más allá de sus diferencias y aún manteniendo su individualidad.¿ Será posible?
Esta publicación está invitando a distintas personalidades a sumarse a este debate y su contribución a generar ideas que arrojen un poco de luz en medio de la confusión. En este número, el entrañable Quique Pesoa.

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